
A mediados de la década de los 90 la escritora y política española Carmen Albroch Bataller acuñó el término “neosoltera”. En su libro “Solas: gozos y sombras de una manera de vivir” lo define como un estilo de vida: “Los profesionales muy calificados, desenvueltos, competentes, seguros de sí mismos y con un alto nivel cultural, un nuevo sector de solteros que disfruta plenamente su soltería y no están dispuestos a cambiarla”.
El no tener ambiciones de pareja, matrimonio o responsabilidades económicas o psicológicas que estén vinculadas con otra persona hacen a esta tendencia tan particular. Y no significa que no haya aspiraciones de maternidad, pero son las neosolteras quienes deciden cómo, cuándo y por qué serán madres.
La psicóloga Renée Grimaldi explica que existen dos variantes fundamentales que distinguen a las neosolteras: la primera es la convicción de serlo, una decisión con firmeza que genera una independencia emocional y madurez muy racional; y la segunda es la libertad de estar sola y no someterse al estrés de una relación en donde se debe dedicar tiempo, consultar o dar explicaciones para la mayoría de las acciones.
Por otra parte, Grimaldi enumera cinco características que distinguen a las neosolteras.
La individualidad y libertad que les brinda su estatus social es tomado con alto nivel de madurez emocional.
La parte financiera solo depende de sí mismas y todas sus inversiones son para su persona, lo que trae alegría y confort.
Al estar muy enfocadas en sí mismas, se pueden orientar de mejor manera los estudios académicos y las realizaciones profesionales.
La idea del matrimonio y la familia no son una prioridad indispensable, por lo tanto, poseen más tiempo para planificar de manera estratégica su vida personal.
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