<p>Hablaban del cosmos, de sus extensiones y de sus profundidades posibles. A ver, muchachos los incitó, pongan por escrito lo que cada uno de ustedes se figura que es el universo. Las cabezas hirsutas o sedosas se inclinaron al unísono sobre las pantallitas de las iPad. </p><p>Fueron pasando los segundos, y parecía que no era tan fácil para todos encarar un símil convincente. El profesor hizo la señal de tiempo terminado. A ver, vayan leyendo en orden. Hubo todo tipo de piruetas mentales. Una casa vacía. Un campo de fútbol para uso de los ángeles. </p><p>Un castillo en las alturas. Una barriada de domingo. Una lámpara infinita necesitada de aceite. El traspatio de la casa de Dios. Un soplo que se detuvo para siempre. Y así. Cuando concluyó el último, el maestro hizo la simulación de un aplauso. ¡Perfecto! Expectativa. Bueno, el universo es un estanque sin límites y nosotros somos sus únicas ranas
¡Olvidémoslo!</p><p> </p>
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