
Ni siquiera es posible contar con la presencia de los opinadores de otro tiempo, en los pocos programas de opinión que quedan en libertad, porque piensan que es más cómodo tuitear bajo un seudónimo desde la casa, que enfrentar al régimen opresor.
José Miguel Fortín Magaña / Médico psiquiatra
Oh, ¿y ahora quién podrá defendernos?
En condiciones como las que vivimos, con un aparataje de propaganda francamente grotesco, y con una población sin conocimiento real de lo que ocurre; los que se oponen al régimen autocrático en el Poder, con frecuencia se preguntan dónde está la oposición, y se quejan de la ausencia de liderazgo.
Convencido estoy de que si los detractores del gobierno no tienen una presencia evidente, en gran parte es por las mismas acciones del ministerio de troles del Ejecutivo, que coordina una inmensa pléyade de personajes oscuros para evitar que la opinión pública se entere de lo que verdaderamente está ocurriendo, pero también se debe a la desidia y a la comodidad cómplice de tantos que se contentan con invocar a un personaje de ficción, antes que comprometerse y actuar por la causa.
¿Recuerdan acaso la eterna frase de ese cómico mexicano, que a través de los demás actores de su programa, lanzaba cuando supuestamente alguien estaba en peligro?, "Oh, y ahora quién podrá defendernos", decían; y de la nada, aparecía Chespirito coreando: "Yo, el Chapulín Colorado".
Pareciera que delante del drama real de lo que ocurre en nuestros países, mientras los más pensantes notan cómo los gobiernos populistas destruyen la economía y hacen lo imposible para capturar el imaginario popular y manipular a las masas, haciéndoles suponer que todo está bien y que próximamente estará mejor; esos mismos intelectuales y sus élites se contentan con llamar al chapulín, exigiendo que otros, y no ellos, hagan algo para terminar con esta pesadilla del siglo XXI.
¿Cómo se imaginan que puede surgir los liderazgos, si nadie se compromete en apoyar la causa de la democracia? Si hay marchas, no van; no porque estén de acuerdo con la dictadura, sino porque es más cómodo quedarse en casa y desayunar tarde, porque es domingo. Si se pide apoyo para denunciar un atropello, o un abuso de autoridad, nadie responde, y ni siquiera es posible contar con la presencia de los opinadores de otro tiempo, en los pocos programas de opinión que quedan en libertad, porque piensan que es más cómodo tuitear bajo un seudónimo desde la casa, que enfrentar al régimen opresor; y por supuesto, quienes pueden, no están dispuestos a invertir cinco centavos en contradecir la propaganda del tirano.
Hemos llegado al punto en el cual ni siquiera se comparte un editorial del periódico, por miedo; y a estas alturas, en El Salvador, solo para poner un ejemplo, prácticamente ningún medio televisivo replicó la colosal noticia del pacto criminal que hizo el gobierno de bukele con las pandillas. ¿Cómo se pretende, por el amor de Dios, que haya un liderazgo en la oposición si el gobierno calla los noticieros, otrora independientes, y la gente común no se involucra ni siquiera en la transmisión boca a boca, de lo que ocurre?
Estamos a pasos de una dictadura sangrienta, y aunque el tirano criollo rehusó invitar a su toma de posesión a los opresores centroamericanos de entonces, Hernández en Honduras y Ortega en Nicaragua, va camino a perpetuarse exactamente igual que como ellos hicieron, cambiando la Constitución de esos países a través de una interpretación ilegítima de una Corte espuria.
Hoy, en la víspera de las elecciones legislativas y presidenciales, es imperativo unir a la oposición en un bloque estructurado, que se oponga al régimen oficialista y a su grupo, pero en tanto no se sumen a las organizaciones de la sociedad civil, todos los partidos políticos de oposición y los empresarios patriotas, no se podrá realmente conformar el aparataje necesario para vencer al tirano. Ya es el momento de dejar la comodidad del tuit anónimo y apoyar decididamente el proyecto de reunificación nacional, sin protagonismos estúpidos, pero con la valentía necesaria.
Hay que entender que si no lo hacemos hoy, simplemente después será muy tarde; y solo quedará llamar al Chapulín Colorado para que nos ayude. Este país es nuestro, de todos, y nadie tiene el derecho de obligar a otros para hacer y pensar como el régimen decida. Que Dios nos dé el coraje y el valor para sumar nuestra voz a la de quienes claman por la libertad.
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