
Memoria de país pospandemia sumido en la posverdad: coacciones a la libertad de expresión. Estado de emergencia para un país en la sala de cuidados intensivos.
Recuerdos del río Don en La Tiendona
Perro mundo, según noticias internacionales. Tragedia y masacres del conflicto ruso-ucraniano, hambre y muerte en Yemen, inflación galopante, subida de la canasta básica en sincronía con el aumento del precio internacional del barril de petróleo, del gas, del aceite vegetal y del quintal de trigo.
Memoria de país pospandemia sumido en la posverdad: coacciones a la libertad de expresión. Estado de emergencia para un país en la sala de cuidados intensivos. Deuda externa impagable. Quinimil mareros en las cárceles colapsadas en su capacidad. Ya no tienen valor de uso, suena a un pacto de fondo entre las dirigencias reales de las maras: necesitan legalizar su capital y entrar en política activa. Igual que Don Corleone: quería a su hijo de presidente y blanqueó su fortuna. Es el retablo de país mientras compro los insumos culinarios de la semana en La Tiendona, cebollas moradas, chile verde, papas soloma, pipianes tiernos, tomates jugosos, ajo aromatizado, frijoles tiernos, perejil oloroso a hierbabuena, frutas diversas. Precios elevados, la canasta básica sube imparable.
Vuelvo al conflicto ruso-ucraniano. Conocí la zona en disputa, tanto el Donbass (el Bajo Don) de Ucrania como Rostov del Don, en Rusia. Estrechamente vinculado al río Don que desemboca en el Mar de Azov y se extiende por el Mar Negro. Todavía estudiante en la Universidad de El Salvador, 1976-77, sabía de memoria "Los Cuentos del Don" del Premio Nobel soviético Mijail Sholojov, que leía junto a la novela de Boris Pasternak "Doctor Zhivago". Un complemento a estas lecturas era el filme "Los girasoles de Rusia", dirigido por Vittorio De Sica, con Marcello Mastroianni y Sofía Loren.
En la Universidad, sorpresivamente, fui seleccionado para estudiar en la Unión Soviética, por una célula del clandestino Partido Comunista de El Salvador. Intuitivamente desde hacía un año me había compenetrado del espíritu eslavo, leyendo endemoniados libros de Fiodor Dostoyevsky, León Tolstoi, Gogol, Pushkin.
Para perfeccionar el idioma me enviaron de Moscú a Rostov del Don, donde hablaban un ruso moderno. Allí conocí a un poeta local que dirigía el periódico "Molot" (El Martillo) y publiqué mis poemas en ruso. Visité a Mijail Sholojov, quien vivía en una aldea (Stanitza) cosaca llamada Bioshenskaya, a 6 horas en bus de Rostov.
Coincidencia inaudita: durante la audiencia con Sholojov, Nobel y diputado del Sóviet Supremo, al pedirle un consejo como joven escritor, me espetó una frase similar a la dicha por Salarrué en 1972, siendo yo un joven poeta. Salarrué me llamaba por nombre y apellido y siempre me reconocía en ruedas de poetas jóvenes; su consejo: "Fijar la vista siempre hacia arriba". Sholojov, seis años después, la repitió en ruso: "Mirar hacia lo alto, como escritor, estar por debajo de las circunstancias".
Pasé la temporada primaveral fumando unos habanos cubanos, "Partagás" y "Montecristo", durante las noches en las cuales realizaba paseos rutinarios por la fría soledad del Don, apagando mi mal de patria con ardientes tragos de vodka, admirando la gigante luna llena de los cuentos cosacos sholojovianos. Así digerí aquel encuentro con la región cosaca, el alma y la cultura eslava, con el Don.
Son recuerdos de un tiempo cuando no había guerra en el Donbass y vivíamos en el socialismo real; la vida era barata, accesible y el mundo más previsible que hoy, a las puertas de un cataclismo nuclear planetario y de un colapso económico nacional. Do svidaniya schastlivoye vremya. Bye happy time.
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