Su padre hablaba constantemente de lo que había vivido antes y durante la guerra, como adolescente ilusionado por las expectativas revolucionarias y como joven entregado a la lucha armada en los terrenos más inhóspitos. Estuvo en esos planos durante todo el tiempo que duraron las acciones en el campo; pero un día de tantos pareció que el fusible principal se había fundido, y todo lo que quedaba era una especie de nublazón sin salidas perceptibles. Buscó algún compañero de confianza con quien compartir sensaciones, y ahí estaba “El Tuerto”, limpiando su arma de faena y silbando a medias una canción de Silvio Rodríguez:
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